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Las cinco heridas emocionales y sus mascaras


En este articulo vamos a revisar la propuesta que nos hace la autora Lise Bourbeau en su libro “Las cinco heridas que impiden ser uno mismo” y la forma en que vamos encubriendo las heridas emocioales adquiridas durante nuestros primeros años de vidad. La imporancia de este tema para mi como psicologa es porque he observado que mis pacientes han logrado superar sus crisis, problemas o conflictos que viven actualmente analizando que su conducta son causados por una mascara que utlizan para evitar vivir una herida que se le fue hecha durante la niñez. En cuantas ocasiones hemos escuchado la palabra “mascara” para referirnos a alguna conducta o actitud que se tiene frente alguna situación. Para iniciar definamos la palabra herida emocional según la psicóloga Mairena Vázquez “Las heridas emocionales se producen cuando un determinado acontecimiento o situación cercano nos genera una emoción intensa de dolor, rabia, tristeza, miedo, desesperación, pánico,… y no lo resolvemos de manera adecuada.” Por lo tanto nos estaremos refiriendo como herida al daño adquirido en nuestros primeros años de vida la cual nos obliga a utilizar una máscara para evitar el dolor. El concepto de máscara lo utilizaremos como una actitud de defensa bastante recurrente en las personas que actúan a ser de un modo que no son realmente para ocultar alguna condición de dolor. Por ejemplo, cuando una persona es tímida e introvertida, suele mostrarse en los opuestos para así ocultar esa vergüenza o timidez natural que sienten. En la siguente imagen podemos observar que las cinco heridas de la infancia y su máscara en la adultez. Comencemos con la herida “miedo al abandono”, son las personas que han experimentado el abandono en su infancia, por lo que consideran la soledad como su mayor enemigo. Se encuentran en constante vigilancia para no quedarse solos, podemos hablar que utilizan la dependencia como mascara. Pero no por eso no dejan de tomar la iniciativa de abandonar a los demás por temor a revivir la experiencia, como mecanismo de protección. Cabe destacar que su mayor temor es afrontar una separación, de forma que las relaciones son vividas con dosis de inseguridad, miedo y recelo, siendo más vulnerables a la creación de vínculos de dependencia afectiva. El “miedo al rechazo” es cuando la herida está relacionada a la negación de nuestros pensamientos, sentimientos y vivencias. Es cuando un niño recibe señales de rechazo da paso a que crezca en su interior la semilla del autodesprecio y piensa que no es digno de amar ni de ser amado, interpretando todo lo que le sucede a través del filtro de su herida. La mínima crítica le originará sufrimiento y para compensarlo, necesitará el reconocimiento y la aprobación por lo demás, suelen ser personas con actitudes o conductas huidizas. La “herida de la humillación”, se la suele hacer al niño cuando siente que sus padres lo desaprueban y critican afectando directamente a su autoestima, sobre todo, cuando lo ridiculizan. Construye una personalidad que está dispuesta a hacer cualquier cosa por sentirse útil y válida, lo cual contribuye a alimentar más su herida, ya que si los demás no lo reconocen, él tampoco lo hará. Utilizando la masoquismo como mascara por lo cual no les importa hacerse daño a ellos mismos. Tienen dificultades para expresarse y es especialista en rebajarse a sí mismo. Se considera mucho más pequeño y menos importante de lo que en realidad es, olvidándose de sus propias necesidades. La herida de la traición o el miedo a confiar, surge cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus padres porque no ha cumplido una promesa. Esta situación generará sentimientos de aislamiento y desconfianza que, en ocasiones, pueden transformarse en envidia, debido a que el niño no se siente merecedor de lo prometido y de lo que otras personas tienen. Un ejemplo es cuando los papas se separan o se divorcian y alguno de los progenitores no cumple con las promesas hechas a los hijos. Esta herida emocional construye una personalidad fuerte, en la que predomina la necesidad de control para asegurar la fidelidad y lealtad, que muchas veces no permite respirar a los demás. La “herida de la injusticia” se origina cuando los progenitores son fríos y rígidos, con una educación autoritaria y no respetuosa hacia los niños. La exigencia constante generará sentimientos de ineficacia, inutilidad y la sensación de injusticia. Esta herida emocional genera adultos que se ven en la necesidad de utilizar la máscara de ser muy rígidos que no son capaces de negociar ni de mantener diálogos con opiniones diversas. Sus intenciones giran en torno a ganar poder e importancia, siendo fanáticos del orden y el perfeccionismo. Concluimos que aunque existe una gran probabilidad de que el origen de nuestras conductas o actitudes de nuestra vida como adultos dependan de como desarrollamos nuestros lazos emocionales de nuestra infancia, nos tiene que quedar claro que como cualquier herida tiene curación y que cuando decidimos sanar nos abre un gran abanico de oportunidades para sanar y creer en aspecto emocional y sobre todo y lo más importante la curación depende totalmente de nosotros.

Por la psicóloga Janet Morales 

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