La autonomía se adquiere progresivamente como consecuencia del desarrollo del niño/a. Los niños no acceden de manera automática a la autonomía, sino que la aprenden poco a poco. En los primeros momentos, nosotros como padres de familia debemos satisfacer las necesidades de higiene, vestido, alimentación y descanso de los niños.
De manera progresiva debemos alentarlos para que colaboren activamente para satisfacer sus necesidades y logren grados cada vez más complejos de autonomía.
Los hábitos que adquieran los niños, dependerán de las relaciones que establezcan con las personas de su entorno. Los padres y maestros favorecen la autonomía cuando:
Estimulan al niño y le exigen con afecto (pero con convicción).
Le plantean exigencias que están dentro de sus posibilidades.
Al observar una dificultad le permiten equivocarse para luego ofrecerle estrategias de solución.
Debemos evitar las prisas excesivas y respetar los diferentes ritmos de cada niño/a.
Los fracasos del niño/a son muestra de su nivel de desarrollo actual, como evidencia de que necesita más estrategias para lograr un objetivo, estimulación positiva o tal vez un cambio de estrategias de enseñanza.
Es conveniente planificar las actividades diarias del niño para favorecer la adquisición de los hábitos.
Los hábitos debemos establecerlos de forma mecánica, sistemática y continua. Ofrecer un modelo adecuado de cómo hacer las cosas y fomentar el hábito proporciona seguridad y confianza, (se qué hacer, cómo hacerlo y puedo hacerlo sin ayuda). De esta forma estaremos fomentando la autonomía, aprovechando situaciones de la vida cotidiana para realizar aprendizajes.
Los HÁBITOS de HIGIENE son muy importantes para la salud y para favorecer la autonomía, nos ayudan a:
Prevenir de enfermedades
Favorecer el desarrollo de una buena autoestima
Favorecer las relaciones sociales
Conocer las partes del cuerpo Debemos:
Hacer sentir al niño la necesidad de estar limpio (mostrar satisfacción y orgullo después del baño, con mensajes como “qué bien hueles, que limpio estás”…” me gusta cómo te ves”, etc.).
Procurar que los elementos del cuarto de baño estén al alcance del niño (lavabo, inodoro, espejo, toalla, jabón), por tanto trataremos de incorporar adaptadores que existen en el mercado (para el inodoro, el lavabo, etc.)
Cuidar el orden y la limpieza, puesto que las actitudes del adulto son siempre modelo para los niños.
Acostumbrarle a lavarse las manos antes y después de comer y después de ir al baño.
Acostumbrarle a lavarse los dientes después de cada comida.
Procurar ropa y calzado cómodos, adecuados que permitan una mayor autonomía para quitarse y ponerse prendas.
Cambiarle diario de ropa y siempre que sea necesario. Es importante tomar en cuenta lo que cada niño puede realizar por sí mismo a cada edad. Trabajar estos hábitos es educativo, porque permite al niño conocer mejor su cuerpo, coordinar movimientos, manipular objetos, descubrir vocabulario, etc.
¡¡¡RECUERDA !!!
Todo esto debemos hacerlo de forma constante, porque las rutinas proporcionan al niño: orden, seguridad y confianza.
Es fundamental mantener una actitud comprensiva, tranquila, estimulante y constante. Los hábitos deben de estar situados en un lugar del tiempo (antes de comer, después de ir al baño, después de dormir, al terminar de hacer tarea, etc.). Es importante ser regulares en horarios y tiempos, sin llegar a la rigidez. Trabajar con horarios les ayuda a estructurar el tiempo, el espacio y A TENER EN CUENTA (NORMAS GENERALES). Por ejemplo: cuando es la hora de comer “Antes de hacerlo, me lavo las manos”, todos los días cuando llego de la escuela, debo poner mi mochila y lonchera en su lugar”, lo cual lo llevara a deducir otras rutinas como “cuando llego a la escuela, pongo mi mochila y lonchera en el lugar que se ha destinado; cuando termino de trabajar guardo todas mis cosas para que no se pierdan… No olvides motivar los éxitos por pequeños que sean y mantener continuidad en las pautas con la escuela.
