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¿Porqué me maltrato?

“Cuidarnos es tener presente nuestra alimentación, nuestros límites en una sociedad estresante, cómo sentimos nuestro cuerpo, cómo respiramos, cuándo tenemos que parar, o descansar, o activarnos” (Fina Sanz Ramón).

El mal trato se aprende desde las primeras edades, el cuerpo naturaliza el maltrato como parte de su satisfacción de necesidades, este patrón es cuestionado constantemente por las incomodidades que genera, lamentablemente es difícil encontrar opciones cuando es lo único que tenemos a la mano, es difícil encontrar opciones en un mundo en donde el maltrato es reconocido y premiado por casi todas sus instituciones.

Cuando un bebé nace, siente y percibe auténticamente en su cuerpo todo su exterior por medio de sus sentidos, el afecto, el cuidado, pero también la violencia, el descuido y el abandono. Esta dinámica se fortalece en los primeros contactos con el exterior, centros comerciales, espacios recreativos, etc. En donde estos cuerpos son castigados o sancionados cuando traicionan el pacto de convivencia, cuando transgreden las reglas establecidas por una sociedad, reglas que en ocasiones promueven la auto violencia, como por ejemplo: reprimir el llanto, reprimir el enojo y la alegría desmedida, aprendemos a llorar en silencio, aprendemos a tragar lágrimas, apretamos el estómago para no gritar, aprendemos a controlar nuestros movimientos de alegría para que la gente no piense que hemos enloquecido.



En algún momento de la vida nos sumamos al sector educativo y laboral basado en la competencia, en ser mejor que el otro, aprendemos a compararnos y a buscar el reconocimiento; a sentirnos satisfechos con la obediencia a costa del maltrato personal, o el maltrato hacia otros cuerpos. Aprendemos a buscar la recompensa social sacrificando nuestra salud física y emocional, de ahí surgen dichos como: “Todo lo que importa debe costar”, “Lo que fácil llega, fácil se va”, “la letra con sangre entra”, “Entre más obscuro, más pronto amanecerá”.

Vivimos en estructuras de maltrato desde nuestro nacimiento, pero este origen no necesariamente es destino, es fundamental reconstruir nuestra forma de relacionarnos, apostar al buen trato, empezando por el único lugar que tiene garantía de cambio que es nuestro cuerpo.




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