“A veces mientras estoy en el trabajo, extraño a mi familia, me propongo que al
regresar a casa voy a abrazar cariñosamente a mis hijos y esposa, a darles un beso y
decirles lo mucho que los quiero; pero en cuanto llego a casa aparece dentro de mí una
barrera fría, que me impide expresarlo, guardo silencio y me siento vacío y triste por no
poder hacerlo” (Gerardo X, 2019).
Tocar, abrazar, besar, inclusive mirar amorosamente, para muchos hombres es una
aspiración, es un deseo que buscan por años, un anhelo, que les motiva pero también les
frustra al no poder concretarlo; muchas son las explicaciones que se dan a ellos mismos, “es
que yo soy así”, “es que así me educaron”, “eso es cosa de mujeres”; pero muy dentro de sí
mismos saben la verdad, reconocen que tienen la necesidad de hacerlo, pero no pueden.
La expresión del cariño y ternura es algo que social y culturalmente nos fue negado
a los hombres desde la infancia, cuando manteníamos lazos estrechos con la mamá, papá,
hermanas, hermanos, se nos llamaba dependientes “tienen mamitis”, “está muy mimado”.
El tener un juguete favorito y tratarlo con ternura era motivo de sanción en cuanto el
crecimiento iniciaba, se fomentaba la destrucción antes que la ternura, los juguetes bélicos,
la competencia antes que el disfrute en el juego y el deporte, demostrar valor a partir de
conductas de riesgo; entrada la adolescencia las cosas no cambian, expresar afecto a los
amigos es motivo de rechazo y discriminación incluso entre los propios amigos, y si es una
muestra de afecto a una mujer, dicha expresión debe de ser erótica, de lo contrario se
rechaza o cuestiona por parte de hombres y mujeres.
Estos y otros ejemplos culminan en forjar una coraza de piedra alrededor del
cuerpo, que sin saber, sacrificó una parte esencial del ser humano para ser reconocido
como hombre en esta sociedad engolosinada con la clasificación de sexo y género. Pero
tarde o temprano a todos nos alcanza la consciencia, y es esa misma la que nos invita a
romper esta coraza, a revelarnos en contra del ritual permanente de ser hombre, a decidir, a
elegir sobre nuestros cuerpos y sobre nuestras vidas, algunos no lo logran, otros estamos en
proceso y animamos a los de junto.
Si eres de los que desea reaprender la expresión de afectos, te invito a reconstruirte
como hombre, elegir la utilidad de tu coraza, ocuparla si la necesitas como uniforme en
ocasiones especiales, pero no como camisa de fuerza, te invito a reconstruirte como
persona. Siempre existen espacios en donde puedes hacerlo desde la confidencialidad y el respeto, en beneficio tuyo, y de tu familia. La psicoterapia con enfoque de género es una de estas alternativas.
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