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El miedo a la oscuridad

  • psicologo1tp
  • hace 1 día
  • 3 Min. de lectura

El miedo a la oscuridad es uno de los temores más frecuentes en la infancia. Muchos niños, en algún momento de su desarrollo, manifiestan inquietud o rechazo a permanecer en lugares oscuros, especialmente a la hora de dormir. Este miedo no debe alarmar: forma parte del proceso evolutivo y es una reacción natural ante lo desconocido.

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¿Por qué surge el miedo a la oscuridad?

La oscuridad priva a los niños de saber que hay ahí frente a ellos y, ante la ausencia de estímulos claros, la imaginación puede llenarse de figuras, sonidos o presencias que asustan. A medida que el pensamiento simbólico se desarrolla, los temores a monstruos, fantasmas o ladrones suelen aparecer, alimentados por cuentos, películas o comentarios casuales. Es importante entender que este miedo es parte del crecimiento y no indica ninguna alteración emocional grave.


Que puedes hacer.

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Una de las formas más eficaces de ayudar a los niños a superar el miedo a la oscuridad es acompañarlos a explorar aquellos lugares que les generan ansiedad. Recorrer juntos zonas oscuras de la casa, como debajo de la cama, dentro de los armarios o en habitaciones poco iluminadas, permite demostrarles que no hay nada peligroso y que cuentan con el respaldo de sus padres.


Este acompañamiento debe hacerse de forma tranquila, sin burlas ni presiones, transmitiendo seguridad y comprensión. Convertir la exploración en un pequeño juego o reto puede ayudar a restar dramatismo a la situación y ayudar al niño.


Herramientas y ayudas luminosas para ganar confianza

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Existen recursos sencillos que pueden reducir la ansiedad asociada a la oscuridad. Ofrecer al niño una linterna, una lámpara pequeña o luces nocturnas de baja intensidad le permite tener cierto control sobre el entorno y facilita que se sienta seguro. También pueden utilizarse señales fosforescentes (pegatinas, estrellas) en muebles o interruptores para que localicen fácilmente puntos de referencia durante la noche.


El objetivo no es eliminar completamente la oscuridad, sino proporcionarle al niño herramientas para que afronte el miedo a su ritmo y gane confianza poco a poco.


Los rituales antes de dormir

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Establecer rutinas tranquilizadoras antes de ir a la cama es fundamental. Leer juntos un cuento agradable, repasar lo mejor del día o realizar pequeños juegos relajantes ayuda al niño a sentirse acompañado y favorece un sueño más reparador. Estos rituales transmiten calma y refuerzan el vínculo de seguridad con el adulto.


Evitar contenidos inquietantes antes de dormir, como películas de miedo o historias sobre monstruos, también contribuye a reducir los temores nocturnos.


Pesadillas y terrores nocturnos

Las pesadillas y los terrores nocturnos son normales en la infancia. Suelen aparecer de forma esporádica y, aunque resultan desagradables, no implican un problema grave. Es importante consolar al niño y explicarle, con palabras sencillas, que se trata de un mal sueño y que está a salvo.


Sin embargo, si estos episodios se vuelven muy frecuentes, intensos o afectan notablemente al descanso y al bienestar del niño, puede ser recomendable consultar con un especialista en salud mental infantil.

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Apoyo y comprensión

El miedo a la oscuridad forma parte del crecimiento y, con apoyo y comprensión, la mayoría de los niños lo superan de manera natural. La clave está en acompañarlos, ofrecerles recursos y no minimizar o ridiculizar su temor. La paciencia, el cariño y la constancia en las rutinas ayudarán a que el niño gane confianza y autonomía en su proceso de maduración.


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