“Coparenting: cuando criar en equipo marca la diferencia ”
- psicologo1tp
- hace 2 días
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En los últimos años, el término coparenting ha comenzado a ganar presencia en conversaciones sobre crianza y bienestar infantil. Sin embargo, aún existe confusión sobre lo que realmente significa. Muchas personas lo asocian únicamente con padres separados que mantienen buena relación, pero el coparenting va más allá: implica construir una alianza consciente entre ambos progenitores para asegurar el desarrollo emocional saludable de los hijos, incluso cuando la relación de pareja ya no existe.

El coparenting no se trata de convivir ni de mantener una amistad perfecta, sino de asumir con responsabilidad compartida la tarea de criar, educar y acompañar a los hijos, desde el respeto y la comunicación. Es, en esencia, una forma de cooperación que pone al niño en el centro, por encima de las diferencias adultas.
¿Qué implica el coparenting saludable?
Un coparenting funcional se caracteriza por tres elementos principales:
Colaboración: ambos padres buscan acuerdos en torno a las rutinas, límites, educación y decisiones importantes.
Respeto mutuo: se evita invalidar o hablar mal del otro frente al hijo.
Comunicación efectiva: se prioriza el diálogo y la claridad sobre los temas que afectan al niño, sin involucrarlo en los conflictos de adultos.

Cuando estas condiciones están presentes, los hijos crecen sintiéndose seguros, escuchados y emocionalmente contenidos. La presencia activa de ambos cuidadores contribuye a que el niño perciba estabilidad, coherencia y amor, incluso en contextos familiares no tradicionales.
Numerosas investigaciones han mostrado que los niños que crecen con adultos capaces de coordinarse en la crianza, aun después de una separación, desarrollan mayores recursos emocionales.
Y a continuación te comparto algunos de los beneficios más notables en los niños:
Mayor estabilidad emocional: sienten menos ansiedad y culpa cuando los adultos logran mantener acuerdos.
Mejor autorregulación: aprenden a manejar la frustración y los conflictos con mayor madurez.
Relaciones más saludables: observan modelos de respeto y cooperación, lo que influye positivamente en sus futuras relaciones.
Autoestima más fuerte: al percibir el interés y la presencia de ambos padres, refuerzan su sentido de valía y pertenencia.
Es entonces, que un coparenting saludable ayuda a los niños a entender que los vínculos pueden transformarse, pero no desaparecer.

Sin embargo, en la realidad cotidiana muchas madres especialmente las llamadas “mamás autónomas” asumen la crianza casi en su totalidad. La falta de participación activa del otro progenitor puede generar desequilibrios emocionales y prácticos. En algunos casos, incluso, aparece la paradoja del padre ausente que desea opinar o decidir sin haber estado presente en los procesos diarios.
Y tomemos nota de esto, porque cuando esto sucede, no se puede hablar de coparenting, sino de crianza unilateral, donde una sola persona sostiene la estructura emocional, educativa y rutinaria de la vida del niño. Esta situación no solo implica una sobrecarga para quien cría, sino también el riesgo de que el menor perciba la ausencia, la inconsistencia o el conflicto entre sus figuras parentales.
Aunque el coparenting ideal requiere la participación de ambos adultos, hay estrategias que ayudan a cuidar la salud emocional del niño cuando uno de los progenitores no colabora:
Evitar hablar mal del otro padre frente al hijo. La descalificación confunde y lástima.
Validar las emociones del niño. Si pregunta o extraña, es importante permitirle sentir sin minimizarlo.
Mantener rutinas estables. La estructura y la previsibilidad aportan seguridad.
Cuidar el propio bienestar emocional. Un adulto regulado y presente emocionalmente ofrece contención y equilibrio.
Buscar redes de apoyo. Familia, amistades, comunidad escolar o acompañamiento terapéutico pueden ser pilares importantes.
Recuerda que la ausencia del otro no define la calidad de la crianza. Lo que realmente deja huella en los hijos es la presencia emocional disponible y coherente de al menos un cuidador estable.

El coparenting representa un modelo de crianza colaborativo que promueve el bienestar integral de los hijos. No siempre es posible lograrlo, pero comprender su importancia permite visibilizar la necesidad de corresponsabilidad y respeto en la parentalidad moderna.
Cuando no existe una verdadera cooperación, las madres que sostienen la crianza merecen reconocimiento, apoyo y espacios de autocuidado. Porque criar no solo es acompañar el crecimiento de un niño, sino también sostener el propio equilibrio emocional para poder estar presentes con amor y coherencia. No dejemos de lado la salud mental materna.
En última instancia, coparentar no significa tener una relación perfecta, sino aprender a construir puentes aunque sean frágiles en beneficio de quienes más lo necesitan: nuestros hijos.

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